MODEST MOUSE: EL CORAZÓN COCINANDO AL CEREBRO

7 de noviembre de 2014

 

The Lonesome Crowded West
(Up Records, 1997)


Pasada la eclosión grunge, muchos de nosotros nos quedamos con cara de “bueno, ¿ahora qué?”. Entre la muchachada del momento, la categoría que comenzaba a encumbrarse como termómetro de buen gusto constaba de sólo 5 letras: indie. Aquel era el lugar donde cobijarse, donde encontraríamos las perfectas continuaciones y conclusiones de todo lo que empezó un lustro atrás. Durante la exploración, desbocada y casi existencial (aunque ciertamente no exenta de la pose de rigor, en algunos casos), fuimos descubriendo una variedad impensada para nuestros “alternativos” esquemas. Y este trío de Issaquah, Washington, calzaba a la medida.

Para cuando The Lonesome Crowded West llega a las tiendas, los chicos de Modest Mouse no pasaban de los 23 años, dato que podría darnos una idea del potencial que se puede encontrar en esta producción. Sin embargo, someterse a este segundo álbum de su discografía nos enfrenta a una banda realizada y arriesgada, con muchas cosas por decir y muchas maneras de hacerlo -por si no nos quedaba claro con un primer disco de extensión descomunal (This Is A Long Drive For Someone With Nothing To Think About, 1995) y algunos EPs previos.

El pesimismo abunda en cada track de The Lonesome..., así como los intrincados cambios de ritmos y la libertad para pasar de lo trepidantemente eléctrico a lo folkie acústico, sin que se perciba fisura alguna. Según el cantante Isaac Brook, no hay salvación para la Humanidad, en certera decadencia, y por ello se dedica a explorar estos tópicos con voz tremebunda, cuando no con susurros abatidos -temas sobre el declive de los suburbios, esos largos caminos en los que no hay nada de qué hablar, la confusión propia de una realidad distorsionada... Para Brook, estamos condenados.

La religión, y particularmente Papá Lindo, es otro de los temas a los que se abandona el grupo. Dios es desafiado por los personajes que retrata Brook, los pone de tú a tú, luego conversa con ellos y concluye que cada uno se cuida a sí mismo. En general, es un álbum oscuro, rebosante de cinismo y desencanto, con pasajes de evidente desapego emocional, pero con una honestidad brutal que se agradece. TLCW es un disco sobre el abandono que describe a la perfección una época y una generación que se ubicaba en la visagra de un mundo a punto de interconectarse con todos, así esto lleve consigo grandes, inmensas dosis de deshumanización.

Las primeras notas de la esquizo “Teeth Like God's Shoeshine”, una contundente catarsis de casi 7 minutos, nos preparan para todo lo que vendrá en la siguiente hora y cuarto (sí, serán modestos, pero les gusta extenderse en el timer). A partir de ahí, y en las siguientes 14 canciones, el mundo y los personajes que nos muestran los modestos ratones se nos impregnan en imágenes y diálogos inusitados, acompañados de una instrumentación en constante vaivén, desde scratches de disco -“Heart Cooks Brain” se transforma en algo más que un número rock soso gracias al agregado del sonido propio de los tornamesas, una canción sobre cómo el corazón y la mente no siempre van de la mano- hasta drones insospechados en temas de 10 minutos (“Truckers Atlas”).


Son muchos los buenos momentos de TLCW luego de este trallazo inicial. “Convenient Parking” goza de esos crescendos caóticos en la voz de Brook, donde parece que todo se va a ir al carajo en cualquier momento... hasta que volvemos a la normalidad como si nada. “Lounge (Closing Time)” está plagado también de esa urgencia vocal y esos momentos loud/quiet que la banda ejecuta con inexplicable naturalidad, amén de un gusto por instrumentaciones extensas (en 4 canciones, ya vamos un poco más de 20 minutos). El vuelco a un número folk neto como “Jesus Was An Only Child” resulta algo desconcertante, pero es muestra de las agallas de estos muchachos que no se limitan en sus inquietudes musicales.


Para este redactor, es a partir de “Doin’ The Cockroach” que el álbum se despliega en todo su esplendor. Aquí los ratones nos tratan como -obviamente- cucarachas que van de un lado a otro sin llegar a ninguna parte. Ouch. Es aquí que nos topamos con quizás las dos mejores piezas de esta obra: “Cowboy Dan” y “Trailer Trash”. En la primera, Brook canta (siempre con virulencia y desgarro) sobre un personaje que se enfrenta a Dios, mientras se embriaga camino al desierto y prepara su desafío divino: “God, If I Have To Die, You Will Have To Die”. Un cuento sobre el escapismo y la frustración. En “Trailer Trash”, el tema son los menos pudientes, que viven en casas rodantes a duras penas, pero tomándose un poco de venganza gritándoles a quienes los miran con desdén cómo su falsedad los ha convertido en personas repulsivas, “And I Shout That You're All Fakes/And You Should Have Seen The Look On Your Face/And I Guess That's What It Takes/When Comparing Your Belly Ache”.


Hacia el final, la tristeza de “Bankrupt On Selling” no la he sentido en ninguna banda indie de la época, desgarradora y honesta, con una letra en la que no evita tratar de bajarse a aquellos que les gusta alardear de su educación superior: “Well, I'll Go To College And I'll Learn Some Big Words/And I'll Talk Real Loud, Goddamn Right I'll Be Heard/You'll Remember All The Guys That Said All Those Big Words He Must've Learned In College”. En la última, “Styrofoam Boots/It's All Nice On Ice, Alright”, el crooner Brook dialoga con un bastardo que le confiesa una pasmosa teoría, “God Takes Care Of Himself, God Takes Care Of Himself, And You Of You”.


TLCW habla sobre Washington, sí, pero también sobre nuestra civilización. Es un mundo jodido, con hallazgos que quizás no hayan sido muy agradables de conocer, pero es lo que nos toca vivir. Brook y sus ratones lo contaron de la mejor manera. Y, de verdad, da mucho miedo. Pero no podemos dejar de escucharlos.

Cristhian Manzanares


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