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NUCLEAR SÍ: EL ACCIDENTE DE CHERNOBIL, RADIACTIVIDAD Y ENERGÍA ATÓMICA

2 de enero de 2011

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Trabajar en la planta de Chernobil
es más seguro que conducir un auto
(Palabras pronunciadas de Piotr Bondarenko,
del Servicio de Seguridad de la URSS, en febrero
de 1986, dos meses antes de la catástrofe)
 
En el último siglo, la capacidad del ser humano para modificar su entorno se ha multiplicado, llegando a límites impredecibles. Ha convertido mares en charcos, ha envenenado el aire que respira, e incluso ha almacenado bombas capaces de destruir toda la civilización en la que él mismo se desarrolla. Nuevas tecnologías aparecen -y con ellas, ambiciones, catástrofes, curas y, a veces, soluciones. Dentro de los grandes impactos medioambientales que se dieron en el siglo XX, tenemos a la radiactividad y la energía nuclear como acontecimientos que posibilitaron las eventuales investigaciones ulteriores.
 
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Se entiende por radiactividad a la desintegración espontánea de núcleos atómicos mediante la emisión de partículas subatómicas llamadas partículas alfa y partículas beta, y la emisión de radiaciones electromagnéticas denominadas rayos X y rayos gamma. Este fenómeno fue descubierto en 1896 por el físico francés Antoine Henri Becquerel, al observar que las sales de uranio podían ennegrecer una placa fotográfica aunque estuvieran separadas de la misma por una lámina de vidrio o un papel negro. Paralelamente, comprobó la existencia de carga eléctrica a través del uso de un electroscopio. En honor a su descubrimiento, se nombró a la unidad de medida como “becquerel”, equivalente a una desintegración por segundo.
 
Estudios posteriores de Marie y Pierre Curie, André Louis Debierne, Ernest Rutherford y Fredrick Soddy; condujeron al descubrimiento de elementos radiactivos como el torio, el radón (gas radiactivo), el polonio, el radio, entre otros. A su vez, se llegó a la conclusión de que era la fuente de energía más potente conocida por el Hombre.
 
10Con esta base, nace la energía nuclear, que se expandió en los 60s entre los países más desarrollados debido a su enorme capacidad energética. Este tipo de energía hace referencia a la energía potencial de los núcleos debido a la interacción que los mantiene unidos y que puede ser liberada por fisión o fusión. El calor producido por fisión es transformado en energía eléctrica -cabe aquí recordar la Primera Ley de la Termodinámica: “La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma”.
 
Se ha clasificación la radiación en tres tipos, según sus características y materiales que emiten:
 
Radiación alfa (α): Son núcleos de He4 (isótopo de helio formado por dos neutrones y dos protones). Las partículas tienen una masa elevada, por lo que su interacción con otros átomos es prácticamente inmediata. Pierden energía con el movimiento debido a la colisión con otras partículas, o por la interacción con partículas de carga positiva. Pueden recorrer pequeñas distancias en el aire y no pueden atravesar la piel humana o una hoja de papel. Sin embargo, pueden ser ingeridas y generar grandes daños en los tejidos.
 
Radiación beta (β): Son electrones o positrones que se forman por la desintegración de un neutrón. Poseen menos masa, pero son capaces de penetrar la piel humana; sin embargo, son detenidos por una lámina de aluminio.
 
Radiación gamma (γ): Es una radiación electromagnética compuesta por fotones. Tienen mayor capacidad energética por ser una radiación ionizante.
 
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Este tipo de energía fue usado principalmente como material bélico. No obstante, los accidentes más desastrosos han sido causados por algunas fallas en la seguridad en los laboratorios de investigación o centrales nucleares. Ése es el caso de Chernobil, cuya explosión se estima liberó 200 veces más radiactividad que los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki juntos. Ello, sin considerar testimonios anteriores a la explosión, que ya alertaban sobre los efectos nocivos de dichas instalaciones: “Dos de mis hijos murieron, y mi esposa ha tenido tres abortos. Mirelle nació el 1 de octubre de 1977. Solo vivió nueve meses. Al principio parecía todo normal, pero a los cuatro meses empezaron a aparecerle ampollas en todo el cuerpo. Se le caía la piel. Tras cinco meses de sufrimiento, murió. Ken nació el 6 de febrero de 1981. Parecía igual que Mirelle, pero también murió a los nueve meses. No nos dejaron ver su cuerpo” (declaraciones de Edwin Haoa, quien trabajó en Mururoa y Fangataufa en los 70s).
 
He aquí una breve crónica de lo ocurrido.
 
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La radiactividad se expandió rápidamente hacia Europa occidental y central, a pesar de los esfuerzos del gobierno soviético por minimizar dichos efectos. Se trataba de un “supergau siete”, la alerta máxima de riesgo en una planta nuclear. Datos oficiales, emitidos por el aparato estatal, revelan que las víctimas del desastre fueron 31, la mayoría bomberos que participaron en la extinción del incendio. No obstante, las emisiones de yodo 131, estroncio 90, cesio 137 y plutonio en los diez años siguientes a las explosiones causó cerca de 32 mil víctimas más (además, cerca de 400 mil personas tuvieron que ser desplazadas).
 
La razón de tales medidas radica en los riesgos de la exposición a esta clase de radiación. Los principales efectos, aún con niveles de exposición cientos de veces menor, son mutaciones genéticas (alteraciones de la carga cromosómica), cáncer, leucemia, daños en el sistema inmunológico, neurológico, hepático-renal; y la malformación de fetos.
 
Se tuvo que recurrir a soluciones inmediatas. Las siguientes imágenes proporcionan algunos detalles de los efectos y medidas tomadas por el gobierno en los días siguientes a las explosiones.
 
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A pesar de que el uso de esta tecnología implica un riesgo mundial a la salud, su investigación es necesaria debido a la urgencia de nuevas fuentes energéticas y a su aplicación en algunas áreas de la medicina. Ucrania, por ejemplo, no clausuró la central nuclear de Chernobil inmediatamente, pues el 5% de su energía dependía de esa fuente. Puede parecer poco, pero, en costo, esta nación pedía 4000 millones de dólares para cerrar la central y poder suplir la pérdida.
 
Hasta la fecha, no se ha hecho ninguna referencia a acontecimiento similar -un silencio inusual, como el que ha caído también sobre el incidente de 1957 en la región de Cheliabinsk (Rusia). Parece ser que la preocupación actual es el almacenamiento de los residuos de las centrales en atención al impacto ambiental y la seguridad necesaria para este tipo de material. Empero, las investigaciones actuales y las muchas novedades de la década concernientes a este tema serán motivo, quizá, para otro informe mucho más detallado.
 
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Gabriel Jiménez

ENLACES RECOMENDADOS

http://es.wikipedia.org/wiki/Cementerio_nuclear (en Wikipedia).

http://es.wikipedia.org/wiki/Residuo_radiactivo (en Wikipedia).

http://es.wikipedia.org/wiki/Accidente_de_Chern%C3%B3bil (en Wikipedia).

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