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DIÓGENES, EL FILÓSOFO QUE SE ZURRABA EN LA FILOSOFÍA

21 de febrero de 2010

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Hacia la madurez de su vida, Diógenes vivía en un tonel. Además, se le había condenado al exilio, hablaba con las estatuas, se alimentaba de migajas, cagó a Alejandro Magno, vestía harapos, su viejo era un prospecto de narco, fue parte del cinismo sin saber qué era y que lo era... ¿Cómo hizo para que el pueblo heleno lo ame, a pesar de ello?

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Quizás porque la vida de Diógenes es, de cabo a rabo, una anécdota. Nació en la colonia griega de Sinope, en el año 412 a.C. La madre murió al poco tiempo de haberlo parido. El padre era un banquero de nombre Hicesias, que fue descubierto fabricando monedas falsas. Las autoridades embargaron todos los bienes de la familia (salvo una escudilla de madera y un manto) y exiliaron a Hicesias junto a su hijo, dejándoles sólo a un esclavo llamado Manes. Padre e hijo tomaron caminos diferentes: Diógenes partió con Manes rumbo a Atenas, pero el esclavo fugó la primera noche del exilio. Diógenes no se preocupó en absoluto y se dijo: “Si él puede vivir sin mí, yo también puedo vivir sin él”.

Se dice que, en el exilio, el joven Diógenes visitó el oráculo de Delfos para conseguir ayuda. Éste le repuso que debía “ir en contra de la corriente”. Al parecer, se lo tomó muuuuuy a pecho. Otra historia afirma que, vagando por el mundo, vio una ladera de olivares y una viña silvestre, y entonces se iluminó -se dio cuenta de que la naturaleza proporciona a los hombres todo lo que necesitan para vivir, y que las personas se preocupaban demasiado por cosas superfluas. Desde ese momento, se dedicó a llevar una vida lo más sencilla, austera y natural posible; y a denunciar todos los vicios. Según él, la virtud es el bien supremo: la ciencia, los honores, las riquezas y en general todo lo material; son falsos bienes que hay que despreciar.

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Luego de andar errante un par de meses llegó a Atenas, donde escuchó a varios filósofos que profesaban ideas parecidas. Antístenes, un maestro ascético que había sido discípulo de Sócrates, llamó su atención y se volvió su seguidor por un tiempo. Fuentes de la época confirman que pronto superó a Antístenes en austeridad y fama, ya que puso en práctica de manera radical las lecciones aprendidas. Después, (re)consideró que la mejor forma de vivir era no acatar las lecciones de nadie. Recordando siempre al oráculo, desafió la corriente, las costumbres -la falsa moneda de la moralidad. En vez de cuestionarse qué estaba realmente mal, la gente se desvivía evitando únicamente lo que era visto convencionalmente como malo. Para los griegos, comer en medio del mercado estaba mal. Diógenes se puso a comer en medio del mercado, y a todo al que le preguntaba le respondía: “Me dio hambre en pleno mercado”. Algo parecido sucedió en el Ágora, donde lo encontraron masturbándose. Cuando alguien trató de reprimirlo le contestó: “¡Ojala el hambre se extinguiese si hiciera lo mismo en mi vientre!”.

Su estancia en la ciudad de Atenas estuvo llena de eventos igual de escandalosos. Aquí una breve relación de los más famosos:

- Un día se puso a caminar por la ciudad con una linterna. Parecía haber perdido algo. La gente le preguntaba que hacía, y Diógenes respondía: “Busco a un hombre”. El ¿filósofo? apartaba a las personas que encontraba, diciendo que sólo eran escombros, y que quería encontrar a un hombre honesto.

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- Asistió a una lección de Zenón de Elea, en la cual el orador habló de la inexistencia del movimiento. Diógenes se puso de pie y comenzó a caminar.

- Lo encontraron una vez hablando con una estatua. “Me estoy acostumbrando a recibir negativas”, repuso.

- Interrogado sobre por qué la gente daba limosna a los pobres y no a los filósofos, respondió: “Porque piensan que pueden llegar a ser pobres, pero nunca a ser filósofos”.

Vivió como un vagabundo en Atenas. Dormía a la entrada de los templos cubierto por su manto, pero un día de lluvia tuvo problemas para dormir. Entonces consiguió un tonel vacío que habían usado en el templo de Cibeles y lo tomó por vivienda. “¿Quién posee una vivienda más cómoda y más fácil de mantener?”, se dijo a sí mismo. Cuando quería mudarse, sólo empujaba el tonel.

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Obtuvo fama durante su estadía ateniense, y a veces diversas personas acudían a su tonel por las noches para pedirle consejo. En los peores casos, Diógenes los insultaba; en otros, sólo los regañaba, diciéndoles que sus preocupaciones eran causadas por los bienes que poseían: casas que debían mantener, esclavos que alimentar, etc. Las gentes admiraban su discurso y lo incitaban a escribir tratados filosóficos sobre el rechazo de los bienes de este mundo. Pero a él, que se regía por los principios de autonomía y desprecio de los usos de la sociedad, no le interesaba la idea de formar escuela -no se ha encontrado ningún texto escrito por Diógenes (en opinión personal, no creo que nunca se haya dedicado a escribir uno). Sólo hablaba de su visión de la vida, y sus discursos se volvían filosóficos. Sus detractores lo comenzaron a apodar “El Perro”. Diógenes se reía: decía que vivía mejor que dicho animal, ya que no tenía amo a quién obedecer.

Cierta vez, se embarcó rumbo a Egina. Su nave fue atacada por piratas que capturaron a los tripulantes y los llevaron a Corinto para venderlos como esclavos. Un hombre adinerado, Jeníades -a veces se escribe Xeniades-, pasaba por el mercado aquel día y se sorprendió de encontrar a un sujeto barbudo en la venta de esclavos.

-¿Qué sabes hacer?– le preguntó a Diógenes.

-¡Mandar! ¡Cómprame si quieres comprobarlo!

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Divertido, Jeníades lo compró. Pronto comprendió que Diógenes era un sabio, y no dudó en convertirlo en preceptor de sus hijos. Se dice que ciertos admiradores atenienses se le acercaron para negociar su libertad con Jeníades y regresarlo a Atenas. Diógenes rechazó la oferta, diciéndoles: “aprendan a vivir sin mí, porque yo puedo vivir sin ustedes”.

Los hijos de Jeníades crecieron y, en cuanto abandonaron la casa, el corintio puso en libertad a Diógenes. Éste, sin perder más tiempo, se dirigió hacia el puerto, encontró un tonel y se instaló en él. En Corintio envejeció sin cambiar su modo de vida. Consiguió más fama e incluso los extranjeros se le acercaban a solicitarle consejo. En esta ciudad ocurrieron otras anécdotas:

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- Al anunciar Filipo que iba a atacar Corintio, y al estar todos dedicados a los trabajos y corriendo de un lado a otro, él empujaba, haciéndolo rodar, el tonel en que vivía. Como alguien le preguntó “¿por qué lo haces, Diógenes?”, dijo “porque, estando todos tan apurados, sería absurdo que yo no hiciera nada. Así que echo a rodar mi tonel, no teniendo otra cosa en qué ocuparme”.

- Diógenes se encontraba en el cranium, lugar donde entrenaban los atletas corintios para las olimpiadas. Él estaba tendido, disfrutando del sol de mediodía. Alejandro Magno en persona se le acercó: el macedonio conocía bien la reputación de Diógenes, y quería conocerlo. El dueño del mundo estaba de pie frente al vago. “Dime, ¿hay algo que puedo hacer por ti? Lo que digas te será concedido”. “Sólo una cosa -repuso Diógenes, señalando una mano al cielo y otra a la sombra que Alejandro proyectaba-. No me quites el sol”. Los cortesanos que presenciaron la escena rieron. Alejandro, de todas maneras, dijo: “Si no hubiese sido Alejandro, habría querido ser Diógenes”.

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- En otra ocasión, Alejandro encontró a Diógenes mirando una pila de huesos. Diógenes le dijo: “Busco los huesos de tu padre, pero no puedo diferenciarlos de los de un esclavo”.

Los datos de su muerte no son precisos. Dicen que murió de un cólico, de una caída, otros dicen que se suicidó, ya que quería tener control del día y la hora de su muerte. Aunque se oponía a las ceremonias, en especial a las religiosas, en Corintio le celebraron un grandioso funeral. Le erigieron una columna en mármol de Paros, con la figura de un perro desencantado.

Diogenes-03En la historia de la filosofía, Diógenes es considerado el mayor exponente del cinismo, por su forma radical de aplicar las enseñanzas de Antístenes. Sin embargo, a Diógenes poco le importaba hacer filosofía. Una vez se le escuchó decir que filosofar era hasta perjudicial, ya que ningún razonamiento conducía a la más mínima certeza. Se convirtió en discípulo de Antístenes no por su fama, sino por el ascetismo del que éste hablaba. Sus ideas de autosuficiencia del Hombre, de desprecio a la sociedad y orden establecido, y de su visión cosmopolita; rayan en la anarquía. Desarrolló también una visión atea. Al terminar su vida negaba a los dioses, la magia y las supersticiones, y todo lo que se derivaba de ella, en especial las celebraciones relacionadas con la muerte. “Si los dioses existiesen, se reirían de esas ceremonias inventadas por los hombres”. Él sólo creía en la felicidad, que ser feliz era la única virtud verdadera, y el único vicio verdadero es la desdicha, la cual está ligada a los deseos materiales (ya que un deseo insatisfecho es una fuente de dolor). Si bien fue una persona temida y algo indeseable en vida, su doctrina es trascendental. Es, sin duda, un ¿filósofo? que no ha perdido su actualidad.

He aquí su epitafio:

-Dime, perro, ¿de quién guardas la tumba?

-Del perro.

-¿Y quién es ese hombre, el perro?

-Diógenes.

-¿De que país?

-De Sinope.

-¿Aquél que vivía en un tonel?

-Ése. Y ahora está muerto y habita entre los astros.

Keko Zinaré

ENLACES RECOMENDADOS

http://es.wikipedia.org/wiki/Di%C3%B3genes_de_Sinope (en Wikipedia).

http://www.academiasocrates.com/socrates/diogenes.php (en Academia Sócrates).

http://www.nueva-acropolis.es/filosofia/humor/diogenes.htm (en Nueva Acrópolis).

http://www.proverbia.net/citasautor.asp?autor=298 (en Proverbia.net).

http://apuntesdefilosofa.blogspot.com/2009/10/diogenes-de-sinope.html (en Apuntes De Filosofía).

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